No mayores controles, sino mejores motivos
Hace unos días El Comercio publicó en Vida y Futuro una nota sobre un software que monitorea el trabajo que hacen los empleados en sus computadoras. No se trata de un simple filtro de internet, pues una vez instalado el software el jefe recibe información detallada del uso de las aplicaciones e incluso capturas de pantalla del equipo del trabajador. El propósito del software sería mejorar la productividad y eficiencia laboral en la empresa.
Me cuesta creer que sistemas que hacen énfasis en el temor —el peligro de que si pierdo el tiempo en Facebook quede registrado en el sistema y me llamen la atención— logren aumentar la productividad en el mediano plazo. El temor es un motivador pobre para que las personas trabajen bien.
Para ser competente en algo no sólo hay que tener capacidad y talento, sino esforzarse en desarrollarlos; además, hay que cuidar los detalles en el trabajo y ser constante, también cuando el trabajo se hace más árido. Esto es en parte lo que diferencia al buen profesional del profesional excelente.
Es decir, ser competente requiere el compromiso de la persona, cosa no siempre fácil de lograr. Por eso, para lograr que las personas trabajen mejor, el camino en el mediano plazo es darles mejores motivos.
Las empresas top lo saben. Por eso, además de buscar a los mejores profesionales, ponen los medios para retenerlos y motivarlos. Desde esquemas de compensación y beneficios atractivos, pasando por horarios flexibles de trabajo, balance entre trabajo y familia, retos profesionales que valgan la pena. Cuidan el clima laboral y hasta el estilo de dirección de sus directivos.
A otro nivel —y quizá más importante— procuran que su enunciado de misión no se quede sólo en el enunciado, y buscan directivos que no sólo sean buenos jefes, sino líderes.