Interoperabilidad

En la década de los 50, Thomas F. Carter inventó el Carterfone, un dispositivo que, mediante un acoplador acústico, conectaba un equipo de radio de banda civil a un teléfono normal. Una vez conectado, se podía usar otra radio, en otro lugar, para comunicarse con cualquier número telefónico. El Carterfone era un aparato sencillo e ingenioso, que satisfacía una necesidad clara, y al poco tiempo empezó a ganar en popularidad.

En ese entonces, AT&T era la única empresa de telefonía en Estados Unidos, una empresa gigante al punto que pocos años después sería desmembrada por los reguladores para romper el monopolio. No pasó mucho tiempo para que AT&T tomara acciones legales contra Carterfone. Además, aprovechó para recordar a sus usarios que conectar a la red de teléfonos equipos que no fueran de AT&T era ilegal y podría acarrear suspensión de servicio y sanciones.

Carterfone era una empresa pequeña. Carter, tejano y tozudo, no se dejó intimidar por AT&T e interpuso una acción legal en su contra por prácticas monopólicas. A lo largo del litigio, que duró años casi 6 años, Carterfone perdió a sus 100 empleados. Carter mismo tuvo que vender ranchos que eran parte de su patrimonio personal y su casa para poder pagar los gastos del litigio.

El 26 de junio de 1969, la FCC (Federal Communications Commission), el ente competente en este caso, falló a favor de Carterphone. El argumento de la FCC fue que si el dispositivo cubría una nacesidad real y conectarlo a la red telefónica no tenía efectos negativos —no los tenía, pues era un acoplador acústico—, era injusto, poco razonable y discriminatorio que AT&T prohibiera su uso, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo AT&T sí podía conectar diversos a la red. Pero la FCC fue más allá del caso particular, y dictaminó que la prohibición era injusta e ilegal no solo para Carterfone sino para cualquier otro dispositivo de terceros que pudiera conectarse a la red.

Esta decisión histórica, conocida como la Carterfone Decision, allanó el camino para que surgiera el mercado abierto y competitivo de varios billones de dólares en comunicaciones de voz, datos y mensajería que vemos hoy en día. Sin esa decisión, no hubieran sido posibles cosas como los equipos de fax, ni los modems que permitieron a las computadoras conectarse a Internet antes de que existieran las conexiones de alta velocidad.

Interoperabilidad

La posibilidad de que un producto o servicio de una compañía se conecte al producto o servicio de otra compañía se llama interoperabilidad. Muy pocos productos o servicios existen en total aislamiento.

La forma más común de interoperabilidad es la interoperabilidad indiferente, en la que el producto o servicio de la compañía A funciona con el de la compañía B, pero la compañía A y la B nunca han conversado entre sí, no ha habido ningún acuerdo previo. El ejemplo clásico de interoperabildiad indiferente es la salida para conectar el encendedor de cigarrillos en los automóviles. Hay miles de accesorios que usan ese conector, más allá de lo que pudieron prever los fabricantes: cargadores de celulares, compresores para inflar neumáticos, GPS, etc1.

En otros casos, la interoperabilidad es cooperativa. Una compañía diseña un producto de modo que sea fácil que otras empresas vendan productos que se conecten a su equipo. Así, por ejemplo, Sony incorporó en el Walkman un connector (“jack”) de audio de 3.5 mm para conectar los audífonos… de Sony o de cualquier fabricante. O unos parlantes externos, que el Walkman no tenía. Este jack o alguna de sus variantes venía siendo usado desde fines del 1800, pero fue su uso en el Walkman lo que lo popularizó para consumo masivo2.

Internet surgió en base a la cooperación indiferente y cooperativa. Gracias a la interoperabilidad, podemos enviar y recibir correos electrónicos sin preocuparnos de qué proveedor usa el destinatario o el remitente. Podemos llenar el tanque de gasolina en cualquier autoservicio sin preocuparnos si la mangera de la bomba de combustilbe es la adecuada para nuestro automóvil.

Adversarios

En otros casos, las relaciones entre las empresas participantes no son tan cordiales, por ejemplo cuando la empresa B crea un nuevo producto o servicio que funciona con el de la empresa A, a pesar de la hostilidad de esta última. Es el caso de la interoperabilidad adversarial.

La interoperabilidad adversarial está en el origen de muchos de los gigantes tecnológicos de hoy. Sergei Brin y Larry Page pudieron desarrollar el motor de búsqueda que dió origen a Google porque existía un protocolo que les permitía visitar y extraer información de las páginas web. Facebook logró crecer fuera de las universidades de élite gracias a que los usuario de Facebook podían enviar mensajes a los usuarios de MySpace, la red dominante en ese entonces.

Los estándares digitales son un arma de doble filo. Pueden benficiar al usuario que pagó por el dispositivo o servicio, pero también pueden volverse en su contra. Por ejemplo, la venta de suministros de tinta está en el corazón del modelo de negocio de los fabricantes de impresoras. Se venden las impresoras al costo esperando que las ganancias vengan por la venta de suministros. Por eso, hay continuas hostiliades entre los fabricantes de impresoras y los terceros que venden suministros de tinta compatibles —a menor costo. Así, el software de muchas impresoras rechaza artificialmente —porque funcionalmente los cartuchos son equivalentes— cualquier cartucho que no sea de la marca del fabricante.

Otro ejemplo son las cápsulas de café para máquinas de café como Nespresso o Keurig. Si bien hay en el mercado cápsulas de terceros para Nespresso, casi no es posible encontrar alternativas de terceros para máquinas de café Keurig. Keurig modificó el diseño de sus cafeteras para que solo acepten cápsulas de marca Keurig.

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